Saltemos a 2013. ¿Qué impulsó a Netflix, entonces una plataforma de alquiler de DVDs y streaming, a convertirse en productora de contenidos? Con los costes de licencia en aumento la empresa reformuló su estrategia a partir de un activo singular: su vastísima base de datos sobre los gustos, elecciones y hábitos de sus usuarios. La pregunta clave fue: en lugar de pagar por contenido ajeno, ¿por qué no producir contenido propio, basado en datos precisos sobre lo que más desean ver nuestros clientes? Así nació House of Cards, que se estrenó el 1 de febrero de 2013 y se convirtió en un éxito inmediato. Desde entonces, Netflix ha evolucionado hasta convertirse en el principal actor global del entretenimiento por suscripción, con más de 300 millones de usuarios de pago.
Quizás el avance más determinante de este siglo, sin embargo, haya sido el de la inteligencia artificial, en especial la IA generativa. Y aquí también la innovación ha nacido de una reformulación radical. El lanzamiento de ChatGPT en 2022 representó un giro fundamental en la forma de concebir el lenguaje. En los inicios del procesamiento del lenguaje natural, la idea dominante era que los ordenadores debían aprender a hablar como los humanos, mediante reglas gramaticales y vocabulario estructurado. Esa visión cambió con la llegada de los modelos Transformer (la “T” de ChatGPT), que abordaron el lenguaje no como una estructura lingüística, sino como un fenómeno estadístico.
¿Qué implica esto? En esencia, OpenAI y otros desarrolladores de grandes modelos lingüísticos descubrieron que podían entrenar a la IA mediante tokens —pequeñas unidades textuales—, identificando patrones, estableciendo relaciones y generando texto de manera coherente como respuesta a estímulos. GPT no solo supuso un salto tecnológico: representó una victoria del enfoque estadístico sobre el lingüístico, cerrando una disputa que llevaba décadas abierta. Como dijo irónicamente Frederick Jelinek, investigador de IBM: “Cada vez que despido a un lingüista, mejora el rendimiento del reconocedor de voz”.
La reformulación como catalizador de la innovación no se limita al ámbito tecnológico. También se ha abierto paso en sectores tradicionales, como el del whisky escocés. En 2025, Macallan lanzó A Night on Earth, un whisky de solo tres años de maduración. Fue una auténtica ruptura con la ortodoxia del envejecimiento prolongado, y una respuesta directa a un problema comercial: la larga espera entre producción y venta. La nueva propuesta reformuló el vínculo entre maduración y calidad, y encontró rápidamente un mercado dispuesto a pagar entre 200 y 400 dólares por botella. Hoy, la demanda no deja de crecer.
¿Qué tienen en común todos estos ejemplos? Que detrás de cada uno hay un cambio de perspectiva. Un modo distinto de mirar un problema conocido. Una reformulación deliberada que abre nuevas posibilidades.