A pesar de ello, las empresas japonesas de primer nivel siguen infravaloradas. El ratio precio valor contable, que mide el valor de mercado en relación con su valor contable, de aproximadamente la mitad de las empresas que cotizan en el nivel superior de la Bolsa de Tokio se sitúa en torno a 1,0 o incluso por debajo. Esto significa que el ratio precio valor contable de Japón es muy atractivo para los inversores en comparación con EEUU y Europa. Menos del 40% de las empresas japonesas que cotizan en bolsa tienen ratios precio valor contable superiores a 2; en EEUU son más del 75%, y en Europa más del 50%.
Junto a la caída del valor de la divisa y los bajos ratios precio valor contable, un tercer factor ha aumentado la confianza de los inversores en el mercado japonés.
El activista infiltrado
Desde abril de 2023, Hiromi Yamaji, un antiguo banquero de Nomura que dirige el Japan Exchange Group (JPX), que controla la Bolsa de Tokio, ha empezado a sacudir el establishment empresarial tradicional abogando por el cambio y avergonzando a los líderes corporativos de Japón por no conseguir valoraciones más altas para las empresas que dirigen.
La vergüenza es conocida como una poderosa sanción en Japón, donde las evaluaciones de los demás sobre las valoraciones inferiores de sus empresas pueden hacer que los líderes corporativos y sus empleados sufran bochorno. En consecuencia, un banquero sugiere que “Yamaji-san es el mayor activista de Tokio en estos momentos”. El “régimen de la vergüenza” de Yamaji se pondrá en marcha el 15 de enero de 2024 y se espera que saque a la luz el bajo rendimiento de las empresas y sus altos directivos. Según el Financial Times, se espera que durante su mandato de cuatro años, que finaliza en 2027, pueda avergonzar a los directivos para que obtengan mayores rendimientos con mayor rapidez. Difícilmente un acontecimiento podría ser más bienvenido para los inversores en valor como Buffett, a quien le gusta comprar a bajo precio y esperar la subida.
La “mala estrategia” de Buffet
Con el Banco de Japón centrado en reactivar la languideciente economía nipona, Buffett comprendió que los tipos de interés seguirían siendo más bajos durante más tiempo que en muchos países occidentales. Gracias a su peso y a su fama mundial, Buffett pudo convencer a los acreedores japoneses de que le ofrecieran tipos aún mejores que los ya nulos en Japón. Al endeudarse en yenes, Buffett evitó los riesgos monetarios. El siguiente paso fue encontrar oportunidades de inversión atractivas en Japón.
Según el manual tradicional de la inversión en valor, Buffett invertiría en la empresa comercial japonesa que ofreciera mayores ventajas. Sin embargo, decidió invertir en cinco rivales a partes iguales. El movimiento de Buffett parece más un enfoque práctico que una estrategia. Si ninguna de esas empresas comerciales generales destaca, los manuales sugieren que todas ellas carecen de estrategia o, en el mejor de los casos, la tienen “mala”.
Tres lógicas ayudan a explicar por qué Buffett optó por empresas con “malas” estrategias.
En primer lugar, a microescala, cada una de las empresas japonesas comerciales tiene un buen historial. Son estables y muy rentables, pagan elevados dividendos y cada vez recompran más acciones. Esto hace que cada una de ellas sea atractiva desde una perspectiva financiera, aunque sus resultados estén fuertemente correlacionados.
En segundo lugar, la lógica sugiere que las empresas de cartera diversificada invierten para mantener su cartera diversificada. Cuando Berkshire Hathaway, que es un conglomerado, acumuló acciones en conglomerados japoneses, compró lo que conoce y mantuvo un alto grado de diversificación, aunque en un país de una región geopolíticamente crítica.
El foso de Japón
En tercer lugar, durante mucho tiempo, la estrategia ha tratado de encontrar formas de hacer que las empresas destaquen, y los inversores en valor han tratado de identificar empresas individuales con “fosos”. Como los que rodeaban los castillos medievales para proteger el territorio y el tesoro, los fosos proporcionan a las empresas una ventaja competitiva que facilita la protección de su cuota de mercado y su rentabilidad a lo largo del tiempo. Ejemplos de “fosos” modernos son los elevados costes de cambio, los activos intangibles, los efectos de red, la ventaja de costes y la escala eficiente.